OUR BLOG

28 May 2024

Un león anda suelto

“El ser humano se conecta con sus raíces mediante su participación activa en una comunidad que mantiene vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presagios del futuro”
SIMONE WEIL

 

¿Te suena el término Marca Ciudad? Es un concepto que ayuda a ordenar coherentemente la identidad y la huella distintiva de un territorio. Implica la activación de los atributos tangibles y los valores intangibles de esa proyección urbana, fomentando un sentido de pertenencia y un vínculo emocional.

La gestión bien entendida de la Marca Ciudad va más allá de la creación de un simple logo o eslogan; implica la construcción de una cosmovisión que represente la esencia y los valores únicos de la urbe. Su singularidad, su historia, su memoria, su personalidad.

En este contexto, el paisaje urbano se convierte en un lienzo expresivo para proyectar el carácter de la ciudad, donde elementos como el pavimento o el mobiliario juegan un papel importante tanto en la funcionalidad como en el aspecto visual. Estos elementos no son simplemente componentes físicos, sino expresiones de la historia y cultura del lugar.

Incluso un elemento aparentemente sencillo, como una baldosa, puede transformarse en una imagen icónica de la ciudad. Por ejemplo, el “panot” de Barcelona, la famosa loseta con el dibujo de una flor, ha adquirido el estatus de símbolo de la capital catalana, representando su patrimonio arquitectónico modernista y su identidad urbana.

De manera similar, una barandilla también puede trascender su función utilitaria y convertirse en un componente visual que contribuye a la Marca Ciudad. Un ejemplo emblemático es la barandilla de La Concha de San Sebastián.

Esta barandilla es mucho más que un elemento de seguridad entre el paseo y la playa donostiarra. Es portadora de emociones y valores compartidos por vecinos y visitantes. Y es la primera imagen que nos viene a la mente al escuchar las palabras Donostia-San Sebastián.

A diferencia de la célebre barandilla de la capital guipuzcoana, la de Pamplona puede ser más modesta, pero no menos significativa. Esta icónica estructura de color verde, con el león en plata, no solo sirve como elemento decorativo, sino que se ha convertido en un distintivo de la vieja Iruña. Recordemos que el león es símbolo de Pamplona desde que el Rey Carlos III el Noble promulgara el Privilegio de la Unión en 1423.

Aunque pase desapercibida para algunas personas, su valor afectivo en la vida cotidiana de las pamplonesas y pamploneses la convierten en un componente del patrimonio popular que merece ser protegido ante obras actuales y venideras. La barandilla verde del león está cargada de significados y experiencias personales y colectivas. También es Marca Ciudad. Además de un rugido de resistencia ante el mobiliario urbano anodino y carente de personalidad.

Henri Lefebvre, sociólogo y amigo de nuestro paisano Mario Gaviria, ya advirtió en su obra “La producción del espacio” que la gentrificación y la pérdida de autenticidad son preocupaciones legítimas de la ciudadanía cuando se modifica el paisaje urbano sin un equilibrio social adecuado. En otras palabras, es importante encontrar maneras de integrar lo nuevo sin perder las raíces emocionales y el carácter propio que hacen de Pamplona una ciudad sin igual.

Y es que la Marca Ciudad y el paisaje urbano están estrechamente vinculados. Ambos contribuyen a la narrativa de la ciudad. Ambos tienen la capacidad de influir en el contexto vivencial; ofreciendo identidad y sentido de pertenencia. Por eso, necesitamos una ciudad que valore su pasado mientras se proyecta al futuro. Parafraseando al poeta Joxean Artze, necesitamos beber agua nueva de la vieja fuente.

felix-martinez-campos

Diseñador Gráfico y Director de Arte